martes, 28 de julio de 2015

Viajar (YO)

¿A quién no le gusta viajar? Hay quienes prefieren primero recorrer el país y luego el exterior, y hay quienes solo viajan afuera. Son gustos...

Yo busco viajar siempre que puedo, realmente no importa tanto dónde, sino más bien con quién y cuánto tiempo. La rutina, el trabajo, los estudios, los dramas familiares nos van consumiendo poco a poco... pero acá estamos... acá seguimos.

Actualmente estoy en Mar del Plata, por segunda vez en lo que va del año. Es cerca, accesible, pero no es de mis lugares preferidos. Se podría decir que es lo que hay actualmente, así que intentamos disfrutarlo al máximo, más allá de que está lloviendo en este momento, así que no queda otra que quedarse en el Hostel (Che Lagarto) a editar fotos, pero me dieron ganas de escribir. 

Me dieron ganas de escribir sobre una de mis pasiones que es viajar, porque justo con otro huésped y con la encargada del establecimiento nos pusimos a hablar sobre donde nos gustaría viajar, o a dónde ya hemos viajado. A veces hasta envidio a las azafatas que se la pasan viajando, conociendo lugares nuevos según la compañía en la cual trabajen. Por desgracia nunca se me dieron bien los idiomas por eso no era una profesión dentro de mis posibilidades (actualmente Contadora y futura Lic. en Administración, ambas en la UBA como corresponde).

Viajar, si es cerca que sea manejando (o sea con el Tiburón Negro), o en micro si no queda otra. Si es un poco más lejos, como cruzando el Atlántico el avión es lo más práctico. Hasta el día de hoy sólo crucé el Océano una sola vez, allá por el 2011 con 23 años fui a visitar a una de mis mejores amigas que se encontraba estudiando y viviendo en Grecia. Un viaje de más de un mes, mis vacaciones más largas. Claro que en ese momento me lo podía permitir porque no trabajaba en relación de dependencia, ahora ya es otra la historia. Recuerdo que tenía nervios de subirme a ese pájaro de acero, con más de 200 personas a bordo, pensado muchas toneladas y que iba a volar a más de 10.000 pies. 

No dormí en todo el viaje, me la pasaba escuchando música y mirando por la ventana, cada vez que pasábamos por una ciudad importante, es imponente verla desde tan lejos, algo que no se puede describir con palabras. Lo único malo es el apunamiento y el poco espacio entre los asientos, además del valor de los pasajes, lo cual hace que hoy solo pueda viajar a distancias más cortas. Conocer una cultura totalmente distinta, lugares donde hablan otros idiomas (griego y turco) y que algunas personas sepan tu idioma. Playas que parecen el paraíso, y que si hubiera podido alquilar un auto hubiera parado un par de horas en cada una de ellas (o al menos un día en cada uno de los balnearios de Grecia continental). 

Aún me queda conocer lugares como el Caribe Americano (donde se pueda nadar con Delfines), Italia, España, Francia, y otros países europeos. Aún me queda viajar a Australia y poder abrazar un Koala. Aún sueño con conocer Egipto, tanta historia escondida en las pirámides. Aún me quedan tantos kilómetros por recorrer (aéreos y terrestres), para eso trabajo, para juntar plata para poder viajar más. 

Por Huracán he viajado tres veces a la provincia de San Juan, pero no la pude recorrer, la verdad que no conozco casi nada de esa ciudad, más allá del Estadio del Bicentenario. Tantas horas arriba de un micro, o de un auto, para ver un partido de dos horas y volver a la ciudad de la furia donde me esperan las responsabilidades, responsabilidad debería ser una mala palabra. Ojalá me ganara la lotería para poder viajar como corresponde, sin preocupaciones, sin límites de tiempo ni dinero, pero mientras tanto hay que seguir laburando, perteneciendo al sistema. 

El año pasado me fui de vacaciones con una amiga a Las Cataratas del Iguazú, justo cuando se jugaba la semi-final del Mundial de fútbol. Obvio que era una oportunidad única y que por muchos años no se va a volver a repetir de "vivir un mundial", así que nos volvimos locas viendo la forma de llegar a Sao Paulo (avión, tren o colectivo) para estar allá en el momento en que nuestra selección jugara contra Holanda. Inolvidable, conseguimos pasajes de micro haciendo combinación (algo así como hacer Caballito-Retiro-Córdoba, 18 horas de viaje para estar 12 horas y volver, pero valió mucho la pena el dinero y el tiempo invertidos) miles de argentinos copando la ciudad brasilera, llegamos justo el día que a Brasil Alemania le había hecho 7 goles. Imposible conseguir entradas (demasiado caras, más si se daban cuenta de que eras argentino). 

Los brasileros se compraban las camisetas de Holanda y en el FIFA Fan Fest se pusieron a cantar con los de naranja, lo cual le dió y mayor sabor a la victoria por penales (que manera de sufrir, pero ser hincha fanática de Huracán me hizo estar más que preparada para este tipo de situaciones)... Ganamos, pasamos a la final y con mi amiga nos volvimos a seguir con nuestras vacaciones, quedándonos solo dos días para visitar las cataratas, un día del lado argentino y otro del lado brasilero. 

En este 2015 ya voy tres viajes a la costa, en marzo me escape un finde a Santa Teresita manejando otro auto (traicionando al Tibu) y volviendo en micro, para ir el finde siguiente a Mar del Plata y volver manejando otra vez. Y ahora que le hice el motor nuevo a mi bebé, me escapé sola, me tome unos cuantos días de mis vacaciones del año pasado, y vine a Mardel devuelta. Y con mis amigas ya estamos planeando un próximo destino un viaje a San Clemente para Agosto... dale Gas :)

No podría decir si me gusta más viajar en auto o en avión, cada una tiene sus ventajas y sus desventajas... lo importante es viajar... 




Escrito en Julio de 2015 por Flavia A. Moar







viernes, 24 de julio de 2015

Porque no me gusta el frío (YO)

 La verdad que lo pienso, y hasta lo hablo con gente que piensa diferente a mi, pero no, no lo entiendo. No entiendo como hay gente que AMA el FRÍO, que AMA el INVIERNO. Si fuera por mi me iría a vivir a un lugar tropical con un VERANO ETERNO (Como la canción de aquella tira de televisión emitida por Telefé, "Verano del 98", un verano que duro como dos años, y que muchos de los que nacimos en la década del '80 nos sabemos las canciones aún hoy, casi 20 años después).

 Hasta me han llegado a decir amargada, amargada yo? Ustedes son los amargados que prefieren una estación donde todo el mundo viste con ropa oscura, emponchados de tal manera que apenas nos dejamos descubiertos los ojos, ya que tenemos que usar guantes y gorros, donde no alcanza con un solo abrigo, sino que parecemos el osito Bimbo o el muñeco de Micheline. 

Nos ponemos toda la ropa del placard encima para salir a la calle, pero en nuestra casa o en el trabajo nos sacamos todo porque la mayoría de los ambientes son climatizados (no es el caso de mi nuevo hogar que es más frío que la calle). 

En la facultad nos pasamos buscando el lugar más cercano a la calefacción, no importa si no llegamos a ver nada del pizarrón, lo importante es descongelarnos, al menos por unas horas. En los transportes públicos no hace falta calefacción, ya que con el calor humano alcanza y sobra. Lo mismo en el trabajo, cerca de una estufa o del split del aire "frío-calor". En el colectivo preferimos ir en el fondo, cerca del motor. 

Entramos y salimos de ambientes climatizados, lo cual (el cambio repentino de clima) nos termina haciendo mal, ya que es casi imposible pasar el invierno sin al menos resfriarse UNA VEZ, ni hablar de la tos, en ésta época del año todo el mundo va tociendo. Aún recuerdo que en el 2009 se expandió la gripe A (H1N1) y por ese motivo en todos lados había ventanas abiertas, ya que la Organización Mundial de la Salud la clasificó como Pandemia. 

Cuestión que todo el mundo tenía miedo a contagiarse, así que preferían tener frío, pero ambientes ventilados, que estar calientes en un lugar, yo era una de esas personas. En nuestro país murieron al parecer 137 personas por esta enfermedad, siendo el segundo país con mayores decesos, después de Estados Unidos.

Volviendo a mi desagrado por el frío... Todas las mañanas es una tortura sacar la mano de entre todas las frazadas (duermo con mínimo tres frazadas, ya que intento evitar la estufa eléctrica por miedo a que se me prenda fuego todo mientras estoy durmiendo) para buscar el celular y apagar la alarma del despertador. Cuesta salir de la cama para buscar la ropa, cambiarme, y empezar toda la rutina para ir al trabajo. Todas las mañana al auto también le cuesta arrancar debido a las bajas temperaturas, ni hablar de que las ventanas están congeladas por las heladas que solemos tener por las noches. 

Hace poco descubrí lo que es dormir con una bolsa de agua caliente, a falta de calor humano con quien compartir la cama de dos plazas, nos compramos una de esas famosas bolsas, la cual todas las noches la lleno con agua casi hervida y la pongo junto a mis pies. Porque otra de las cosas malas del invierno es que sufro de "mala circulación", motivo por el cual, en ésta época del año tengo las manos y los pies congelados durante todo el día. Además tengo que dormir con medias, hasta que mis pies obtengan una temperatura considerable.

En resumen, en invierno prácticamente todo me da paja: levantarme, bañarme, salir a trabajar, ir a jugar a la pelota, salir a trotar/caminar, ir a bailar, salir de paseo, etc etc etc. Una de las pocas cosas que no me da paja es cocinar algo al horno, ya que eso hace que se caliente un poco, al menos, el departamento. Me encantaría ser como los osos e hibernar unos dos meses, acostarme y simplemente dormir... y dormir...

Otra cosa que me molesta en el invierno es el momento de la ducha, de bañarme, cuesta desvertirse, hay que tomar coraje para ingresar al baño, pero toma mucho más coraje salir devuelta al frío invernal que nos espera detrás de las cortinas, lejos del agua caliente. Agarrar la toalla como si fueramos flash, secarnos lo más velozmente posible, cambiarnos, secarnos el pelo (cosa que en verano no hacemos) y salir devuelta a la realidad. 

En Junio y Julio en Buenos Aires si bien no nieva (salvo aquel 9 de Julio del 2007), llueve, o simplemente está nublado, feo y deprimente. Se suele escuchar más música romántica, lentos, esos temas que se complementan con el clima. Me dedico a mirar tele (pelis o series) mientras ingiero alimentos con muchas calorías (chocolates sobretodo), en la cama obviamente. 

Estoy como Crónica TV, contando los días que faltan para la primavera, hoy faltan 59 días aún...!!! 

Que vuelva el calor, los días soleados y con temperatura ideal para ir a tomar mates al lado del río, salir a caminar, ir a tomar algo en algún bar (preferentemente en la vereda), balconear tomando mates o simplemente leyendo, tomar sol (y así tomar un poco de color y dejar de ser Casper)... Con música alegre y que te tiren para arriba... 

El calor también tiene sus cosas, pero nada que una buena ducha o un amigo con pileta en la casa no pueda solucionar!!! 



Escrito en Julio de 2015 por Flavia A. Moar







martes, 16 de junio de 2015

Incondicional (YO)

¿Cuántas personas pueden asegurar que son incondicionales (fieles por llamarlo de otro modo) a algo, o a alguien? Seguramente muchas lo dirán, pero solo el tiempo lo demostrará realmente. 

En cuanto se trata de personas primero tenemos que sernos fieles a nosotros mismos, luego serle incondicional a otras personas, como ser familiares, amigos y/o nuestra pareja. 

A la familia no la elegimos, es lo que nos tocó y tenemos que aceptarla, siempre y cuando ellos también nos acepten. En toda relación hay un mínimo de dos partes involucradas. Solo soy incondicional con mis familiares más cercanos, los que me quedan, sobre todo después de confesarles mi condición sexual y que lo aceptaran dentro de todo "bien" (no les queda otra, es mi vida, soy así). ¿Hay cosas que cambiaría? Si, pero el tiempo no vuelve atrás, podría haber hecho más por él, pero aunque quiera nunca vamos a encontrar un "por qué", solo nos queda mirar adelante, aunque ese día me persiga todas las noches... Hay que levantarse y seguir peleándola, por mi felicidad y la de ellos.

Tengo muchos conocidos, es más creo que llego a los mil, pero amigos reales? Pocos. Algunas están en mi vida desde hace muchos años (como ser desde la primaria), y otras son muy nuevas, pero en ese corto tiempo me demostraron que valen. La verdad es que no importa cuándo llegan, no es una cuestión de antigüedad, sino de fidelidad, de que me demuestren que quieren estar a mi lado, a pesar de mis mambos, por más que se haga fácil, porque no lo soy, Tengo amistades que viven a unas cuadras y casi nunca nos vemos ni hablamos, y otras que viven a miles de km, y hay veces que ni se nota que nos separa el Atlántico. Soy consciente de que algunas de las personas que hoy están, mañana pueden que no, pero de eso me preocuparé en un futuro. 

¿Nada es para siempre? Algo tan abstracto y subjetivo como lo que sentimos para mi si lo es. Hay sentimientos tan fuertes que nos llevan a realizar los actos más impensados, esas locuras que quedan grabadas como tatuajes en la memoria, que tarde o temprano vuelven para sacarnos una sonrisa o una lágrima, y recordarnos que por más que se quiera, no se olvidan ciertas cosas. 

Si me preguntan por un amigo de fierro... se me vienen un par de personas a la cabeza... y él, el tiburón negro, más conocido como "El Tibu". Más que fiel, a mi lado desde hace 18 años, más de la mitad de mi vida. Con él aprendí a manejar, dí mis primeros kilómetros haya por el verano del 2006 en la Avenida 7 que une "Las Toninas" con "Santa Teresita". Tuve otros dos amores, breves, pero importantes: el Fiat 128 fue mi compañero entre el 2007 y el 2008 y el Citroen C3 que apareció en mi vida entre el 2008 y el 2009. Pero en el 2010 volví al primer y gran amor, ahí le jure que no iba a dejarlo tirado otra vez. 

Acá estamos... de a poquito madurando, mejorando, o al menos intentándolo... Siempre está ahí: cuando salgo del trabajo, de la casa, de la facultad, de la cancha, del boliche, etc. Los fines de semana salimos a pasear, visitamos a nuestras amistades. Fuimos un par de veces a la costa. Me acompaña en la mayoría de las citas, estuvo en el peor día de mi vida aunque yo no pude manejarlo. Me ha visto llorar, me banca cuando canto a los cuatro vientos... simplemente estuvo y está... 

No lo puedo negar, me ha dejado en banda un par de veces, pero por eso no lo voy a crucificar, ni me voy a deshacer de él como me han recomendado varias personas, me han dicho que lo venda o que lo haga desaparecer para cobrar el seguro, pero no puedo ni pensarlo hoy, ahora. No me imagino un viaje sin él. Mi peor pesadilla es despertarme y al mirar por la ventana darme cuenta que no está. Toda la vida durmiendo bajo techo y ahora que me independicé le toca dormir siempre en la calle con el simple resguardo de los árboles, y a veces ni eso. 

Una vez me dejó a pata lejos, en la quinta de una amiga, aquella vez se pinchó el radiador y no quedó otra que llamar a la grúa. Mis amigas se tuvieron que volver en varios colectivos, sin aire y con un calor insoportable. Lo que me lo habrán puteado a mi bebé, pero son cosas que pasan, las máquinas con el uso se rompen, lo cual no quiere decir que está siendo maltratada. Casi nos deja a mis amigas y a mí en la costa, por momento no arrancaba, ni hacía nada, gastamos dinero en talleres y pudimos volver a Buenos Aires, pero el problema era solo cambiar un simple borne de la batería que al ser de plomo con el calor se partió y con toda la mugre no se notaba, se lo cambiamos por uno de bronce ($40 y solo tardo 5 minutos). Me ha dejado un par de veces cuando volvíamos de bailar. Casi se me prende fuego una vez. Sigue pagando patente, pero por un robo del municipio de Lanús. Y todo eso no me hace cambiar de opinión, no lo voy a dejar, no lo voy a dejar, ni quemar, sino que todo lo contrario, estoy a unos días de llevarlo al taller a que le hagan el motor, después le haremos carburación, le arreglaremos la butaca que utilizo yo, ya le compré dos cubiertas nuevas, y antes de fin de año la idea es cambiarle las otras dos... Nos vamos a ir de viaje, recorreremos la Argentina, nos escaparemos los fines de semana aunque sea a Chascomús, pero no lo voy a vender... al menos aún no... 



Escrito en Junio de 2015 por Flavia A. Moar



miércoles, 27 de mayo de 2015

La Ciudad de la Furia (YO)

Hoy estuve al borde de explotar. Es increíble cómo una simple acción de otra persona (casi siempre un tremendo idiota), nos puede cambiar radicalmente el humor. 

Tranquilidad es lo que menos se respira en esta ciudad, si es que se puede llegar a respirar algo que no este contaminado, en todo sentido, en todas sus clases (del agua, del aire, del suelo, acústico y visual). 

Vivimos apurados, acelerados, alterados, estresados, encerrados en nuestro propio mundo, pero eso tiene que tener un límite, ahí donde comienzan los derechos del otro.

Vivimos agrediéndonos entre nosotros, consciente o inconscientemente. Desde la persona que escucha música sin auriculares en el transporte público; el que se hace el dormido cuando debería ceder el asiento ante una mujer embarazada, una persona mayor o un discapacitado; quien no cede el paso a los peatones; quien no utiliza las luces para señalizar y avisar la acción que va a llevar a cabo con el auto; quienes utilizan la bocina en exceso y en situaciones donde no se debe; quienes tiran basura en las calles, por más que haya un tacho de basura en casi todas las esquinas y por más que los haya no es excusa para ensuciar; quienes no respetan los semáforos (en el conurbano y por la noche está permitido, salvo que quieran que les roben); quienes mantienen empleados en negro; quienes compran algo sabiendo que es robado, solo por el hecho de que les sale más barato; quienes pelean y hasta matan por seguir diferentes colores o ideologías políticas, y así podría escribir todo un libro. 

Seguro que a vos que estás leyendo esto se te vienen recuerdos a la cabeza y hasta se te ocurren muchos más ejemplos, no? Así estamos, así vivimos y no es para nada saludable. 

Cada vez son menos las personas que dicen "Buenos días", "Por Favor" y "Gracias"; cada vez son más las personas que agreden verbalmente, como así también cada vez son más los insultos disponibles. Siempre es preferible un insulto antes que seguir acumulando, porque tampoco nos vamos a dejar atropellar siempre por los demás. Hasta que nos damos cuenta que tenemos un límite, que no siempre nos animamos a decir lo que pensamos. ¿Me vas a decir que nunca quisiste gritarle a tu jefe como seguramente alguna vez lo hizo con vos? No por respeto, porque determinadas personas se merecen unos cuantos insultos, sino por el miedo a perder el trabajo y no poder conseguir otro pronto. 

Vivimos con miedo, a que nos roben y lo que es peor que nos maten por sacarnos lo poco que tenemos o que le pase a uno de nuestros seres queridos. Somos de un país donde la justicia además de ser ciega es injusto y es solo para unos pocos. Vivimos preocupados con no llegar a fin de mes con el sueldo, pasamos 11 meses esperando las deseadas vacaciones para escapar, para irnos lo más lejos de esta ciudad. Para viajar a la costa, salvo en Enero que es lo mismo que estar en la Capital, pero con arena y mar. Personalmente en verano prefiero ir para la cordillera, alguna ciudad cerca de la montaña, donde solo se escuchen a los animales, donde el aire se pueda disfrutar con total tranquilidad (en los pulmones y en la piel), ver como aparece y se esconde la luna entre las montañas. Si se puede hasta nos subimos a un avión para salir del país, al menos por unas semanas, cuando en nuestro territorio hay miles de lugares hermosos por descubrir, y aunque duela hay que volver. 

Ya se perdió el romanticismo, ya somos minoría los que creemos en el amor, en que todo puede cambiar y volver a ser como antes, como cuentan los que hoy son ancianos. Se viaja más por trabajo que por placer y mucho menos por amor. 

Los políticos nos mienten, las empresas nos estafan y ahí quedamos nosotros, en el medio de una guerra de intereses, de poderes y el único poder que tenemos es el voto, hasta ahí. 

Vivimos a las corridas, de cada al trabajo, luego a la facultad y/o al gimnasio (o viceversa), ni hablar de los que tienen familia y corren más para que los chicos no lleguen tarden a clases ni ellos a la oficina. En el camino chocamos, nos pisamos y tropezamos con nuestros pares. Cada uno luchando por nuestros intereses, pensando en nuestros problemas, cuidando lo que tenemos (sea poco o mucho, la mayoría nos rompemos el lomo para tenerlo, y a veces con un solo trabajo no alcanza). Nos corre el reloj, el tiempo pasa, los horarios hay que cumplirlos, los vencimientos nos recuerdan que tenemos deudas que pagar, los plazos de entrega en el trabajo y/o en la facultad, y aún así vivimos mirando para atrás, cuando ya es hora de mirar para adelante. Caminar por la calle, pararse en una esquina en pleno centro en un día laboral y observar: que 8 de cada 10 personas tienen el celular en la mano, ya sea mandando mensajes, hablando o escuchando música. Y es muy probable que las otras dos no tengan teléfono. Oímos sin escuchar, miramos, pero no vemos y sobrevivimos sin vivir. 

Creo que las cosas pueden cambiar, pero para eso tenemos que cambiar nosotros e ir contagiando al resto, porque nadie es un completo ejemplo a seguir, pero todos tenemos algo bueno, por más mínimo que sea...





Escrito en Mayo de 2015 por Flavia A. Moar

lunes, 18 de mayo de 2015

Hechos, no palabras (YO)

En ésta ocasión les voy a contar algunas cosas sobre mi. Pocas personas me conocen realmente, en parte porque así lo quiero y en parte porque no a todo el mundo le importa conocerme. Lo que si pueden decir quienes me conocen es que soy lesbiana, hincha fanática de Huracán, el Tibu es mi debilidad, suelo ser enamoradiza (lo cual no pasa tan seguido), tengo un gusto "especial" en cuanto a la música, aún no maduré (en el momento que escribo éstas líneas estoy más cerca de las tres décadas que del cuarto de siglo), prefiero una película romántica antes que una de acción, creo en el amor para toda la vida aunque no lo he encontrado aún, y puedo seguir diciendo quién creo que soy, pero mejor no, mejor dejo que si te interesa intentes conocerme. Si no te gusta lo que llegas a descubrir eres libre de irte cuando quieras, no voy a obligar a nadie que no quiera quedarse a que lo haga. También puede pasar que a mi no me termine gustando alguna característica o la personalidad de quien intenta descubrirme y claramente me voy a alejar, aunque no cualquiera suma sin restar. Puedo dar varias oportunidades, pero me puedo cansar (todo tiene un límite) y no lo voy a pensar dos veces, "Besito, chau" y andate bien... lejos. 

Me he decepcionado muchas veces en mi corta vida, nunca llegamos a conocer al otro, pero de eso se trata, de conocer y aceptar que nadie es perfecto. Pero quien no suma, resta y a quien resta hay que dejarlo atrás. No solo me refiero a relaciones amorosas, sino también a las amistades. 

Soy de esas personas a las que les gusta explayar sus pensamientos en un papel, principalmente después de alguna decisión amorosa. No todos mis escritos llegan a ver la luz, la mayoría termina hecha cenizas y arrastradas por el viento. Acá estamos una vez más, sin saber cuál va a ser el destino de estas hojas, que ya por ser plasmadas en un papel pasan a ser hechos, más que palabras. 

Mejor que decir es hacer, por eso cuando conozco a alguien que me interesa (repito que no siempre una persona nueva en nuestra vida es para formar una relación de pareja) o que me da "buena espina" intento conocerla, si se deja, y sino ella se lo pierde. Pero si me dan la oportunidad y la confianza de mostrarse tal cual son me permiten y me ayudan a mostrarme más. 

Soy de esas personas cursis (gomas) que dedican canciones, que dan regalos que a la simple vista pueden parecer insignificantes o sin motivo, pero a la vista de quien los recibe tienen un valor. Intento que siempre sea mayor el valor sentimental que el costo del obsequio en cuestión. Si una de mis amistades me necesita y me lo hace saber, en muchos casos pasa que no nos enteramos de lo que está viviendo el otro, no solo porque no lo queremos ver, a veces solo lo oculta o no se anima a pedir ayuda; voy a estar, ya sea para escuchar, aconsejar, dar una mano, un abrazo o simplemente acompañar o hacer que se distraiga un rato. 

El valor está en los detalles y yo valoro mucho a aquellas personas que estuvieron en los peores y en los mejores momentos de mi vida, he intento devolver todo ese cariño recibido siempre que puedo. me da bronca e impotencia aquellas personas que en la primera de cambio se olvidan de todas las veces que estuviste al pie del cañón, o de cuando las ayudaste a levantarse y seguir adelante, esas personas que se llenaron la boca de palabras y el tiempo te demuestra que realmente nunca las conociste, esas supuestas amistades que en algunas ocasiones vuelven a buscarte después de meses, cuando te necesitan para algo o cuando se dan cuenta de que ya no estás a su lado. Ahí es cuando flagelo y suelo debilitarme, si es que esa persona me importó y claramente me sigue importando, pero te enseñan, aunque debería aprender más de mis errores, que no siempre tenes que estar ahí para todos. Uno de mis defectos es que me suelo acostumbrar a esas piedras que se cruzan en mi camino. 

A quienes me visitan intento hacerlos sentir cómodos como si estuvieran en sus casas, actúo como me gusta que actúen conmigo, con confianza. 

No me creo perfecta, ni cerca de serlo, soy lo que soy, fiel a mis ideales y a mis seres queridos. No voy a cambiar porque a algunas personas no les guste. Voy a seguir estando para quienes me necesiten y que yo crea que valgan la pena para compartir mi vida. Siempre de frente, siempre hacia adelante...  

Escrito en Mayo de 2015... por Flavia A. Moar