¿Cuántas personas pueden asegurar que son incondicionales (fieles por llamarlo de otro modo) a algo, o a alguien? Seguramente muchas lo dirán, pero solo el tiempo lo demostrará realmente.
En cuanto se trata de personas primero tenemos que sernos fieles a nosotros mismos, luego serle incondicional a otras personas, como ser familiares, amigos y/o nuestra pareja.
A la familia no la elegimos, es lo que nos tocó y tenemos que aceptarla, siempre y cuando ellos también nos acepten. En toda relación hay un mínimo de dos partes involucradas. Solo soy incondicional con mis familiares más cercanos, los que me quedan, sobre todo después de confesarles mi condición sexual y que lo aceptaran dentro de todo "bien" (no les queda otra, es mi vida, soy así). ¿Hay cosas que cambiaría? Si, pero el tiempo no vuelve atrás, podría haber hecho más por él, pero aunque quiera nunca vamos a encontrar un "por qué", solo nos queda mirar adelante, aunque ese día me persiga todas las noches... Hay que levantarse y seguir peleándola, por mi felicidad y la de ellos.
Tengo muchos conocidos, es más creo que llego a los mil, pero amigos reales? Pocos. Algunas están en mi vida desde hace muchos años (como ser desde la primaria), y otras son muy nuevas, pero en ese corto tiempo me demostraron que valen. La verdad es que no importa cuándo llegan, no es una cuestión de antigüedad, sino de fidelidad, de que me demuestren que quieren estar a mi lado, a pesar de mis mambos, por más que se haga fácil, porque no lo soy, Tengo amistades que viven a unas cuadras y casi nunca nos vemos ni hablamos, y otras que viven a miles de km, y hay veces que ni se nota que nos separa el Atlántico. Soy consciente de que algunas de las personas que hoy están, mañana pueden que no, pero de eso me preocuparé en un futuro.
¿Nada es para siempre? Algo tan abstracto y subjetivo como lo que sentimos para mi si lo es. Hay sentimientos tan fuertes que nos llevan a realizar los actos más impensados, esas locuras que quedan grabadas como tatuajes en la memoria, que tarde o temprano vuelven para sacarnos una sonrisa o una lágrima, y recordarnos que por más que se quiera, no se olvidan ciertas cosas.
Si me preguntan por un amigo de fierro... se me vienen un par de personas a la cabeza... y él, el tiburón negro, más conocido como "El Tibu". Más que fiel, a mi lado desde hace 18 años, más de la mitad de mi vida. Con él aprendí a manejar, dí mis primeros kilómetros haya por el verano del 2006 en la Avenida 7 que une "Las Toninas" con "Santa Teresita". Tuve otros dos amores, breves, pero importantes: el Fiat 128 fue mi compañero entre el 2007 y el 2008 y el Citroen C3 que apareció en mi vida entre el 2008 y el 2009. Pero en el 2010 volví al primer y gran amor, ahí le jure que no iba a dejarlo tirado otra vez.
Acá estamos... de a poquito madurando, mejorando, o al menos intentándolo... Siempre está ahí: cuando salgo del trabajo, de la casa, de la facultad, de la cancha, del boliche, etc. Los fines de semana salimos a pasear, visitamos a nuestras amistades. Fuimos un par de veces a la costa. Me acompaña en la mayoría de las citas, estuvo en el peor día de mi vida aunque yo no pude manejarlo. Me ha visto llorar, me banca cuando canto a los cuatro vientos... simplemente estuvo y está...
No lo puedo negar, me ha dejado en banda un par de veces, pero por eso no lo voy a crucificar, ni me voy a deshacer de él como me han recomendado varias personas, me han dicho que lo venda o que lo haga desaparecer para cobrar el seguro, pero no puedo ni pensarlo hoy, ahora. No me imagino un viaje sin él. Mi peor pesadilla es despertarme y al mirar por la ventana darme cuenta que no está. Toda la vida durmiendo bajo techo y ahora que me independicé le toca dormir siempre en la calle con el simple resguardo de los árboles, y a veces ni eso.
Una vez me dejó a pata lejos, en la quinta de una amiga, aquella vez se pinchó el radiador y no quedó otra que llamar a la grúa. Mis amigas se tuvieron que volver en varios colectivos, sin aire y con un calor insoportable. Lo que me lo habrán puteado a mi bebé, pero son cosas que pasan, las máquinas con el uso se rompen, lo cual no quiere decir que está siendo maltratada. Casi nos deja a mis amigas y a mí en la costa, por momento no arrancaba, ni hacía nada, gastamos dinero en talleres y pudimos volver a Buenos Aires, pero el problema era solo cambiar un simple borne de la batería que al ser de plomo con el calor se partió y con toda la mugre no se notaba, se lo cambiamos por uno de bronce ($40 y solo tardo 5 minutos). Me ha dejado un par de veces cuando volvíamos de bailar. Casi se me prende fuego una vez. Sigue pagando patente, pero por un robo del municipio de Lanús. Y todo eso no me hace cambiar de opinión, no lo voy a dejar, no lo voy a dejar, ni quemar, sino que todo lo contrario, estoy a unos días de llevarlo al taller a que le hagan el motor, después le haremos carburación, le arreglaremos la butaca que utilizo yo, ya le compré dos cubiertas nuevas, y antes de fin de año la idea es cambiarle las otras dos... Nos vamos a ir de viaje, recorreremos la Argentina, nos escaparemos los fines de semana aunque sea a Chascomús, pero no lo voy a vender... al menos aún no...
Escrito en Junio de 2015 por Flavia A. Moar
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