viernes, 28 de octubre de 2011

La espina, la astilla, el clavo, la flecha y la estaca (YO)


En cuestiones de experiencias amorosas no soy experta aún (por varios motivos se me conoce como “novata”), ni pretendo serlo en lo que me resta de vida (por lo menos no en fracasos amorosos). Pero si, como cualquier humano, espero en algún momento encontrar al “amor de mi vida”, a ese ser “perfecto” para mi (Soy consciente de que nadie es perfecto, pero igual nos empecinamos en buscar alguien que se acerque lo más posible a la perfección).

Partiendo de esa base, nadie es perfecto, nadie conoce la perfección, o sea que nadie sabe lo que busca, quiere, anhela, desea, sueña, etc., exactamente. Puede que “esa persona” haya pasado delante de nuestros ojos y no lo hayamos visto (Recuerden que no es lo mismo VER que MIRAR). También puede que lo hayamos tenido en nuestras manos y por determinada razón lo perdimos. Pero hoy quiero pensar que aún no pasó de largo y que no fue de los pocos “casos” que “tuve en mis manos” y luego se fueron.

Solo quiero compartir en este humilde texto la “conclusión” a la que llegue después de mi última experiencia  sentimental, la más reciente, aquella que aún hoy no ha cicatrizado (no sólo porque mi sistema nervioso es de mala circulación, lo cual no tiene solución médica conocida, sino también porque mi inconsciente no se queda tranquilo ante la falta de tantas respuestas a las preguntas redactadas en una carta-mail prácticamente ignorada), y que no tiene fecha cierta de recuperación, lo único que espero es que no se vuelva crónico.

Después de estos pocos años de “investigación” en el mercado amoroso, he detectado cinco (5) clases de amores (sería mejor si los llamáramos “enamoramientos”):

Está el enamoramiento clase-tipo espina que a su vez se subdivide en 3 categorías:
-Espina de rosa, aquel en el que caemos por dejarnos llevar solo por la belleza superficial y torpemente nos terminamos “pinchando”. Este duele, pero no siempre termina haciéndonos sangrar. En el peor de los casos, puede instalarse debajo de la piel, pero son fáciles de sacar y se curan rápidamente.
- Espina de Aloe Vera, es solo momentáneo, fugaz, cuando sentimos el “pinchazo” volvemos a la realidad enseguida. En el caso de las personas con piel MUY sensible puede llegar a derramar una gota de sangre (son casi nulos).
- Espina de Cactus, es para mí el más peligroso, ya que nos pasa al estar distraídos, no lo esperamos, no le damos importancia, lo pasamos por alto, hasta que es demasiado tarde. Nos damos cuenta cuando sentimos un fuerte y raro dolor. Sabemos de dónde proviene, pero nos cuesta verlo, lo sentimos, nos molesta, duele, pero cuesta sacarlo. Las personas mayores nos dirán “es cuestión de succionar con fuerza y saldrá”. Lo dejo a su criterio.
Lo bueno es que ninguno de estos tres deja cicatrices y es solo cuestión de un pequeño lapso de tiempo para ser superado y olvidado. En nuestra vida podemos sufrir muchas veces este tipo de experiencias, a veces son tan fugaces que ni las tenemos en cuenta al día siguiente siquiera.

La clase astilla creo que es la más común o frecuente. Literalmente, dudo que haya alguien que no haya pasado por esta experiencia, de haberse clavado una astilla en el pasado. Duele y molesta, la vemos, sabemos cómo llegó ahí, sabemos dónde está, pero también sabemos que el sacarla también nos va a doler, y es más que seguro que vamos a terminar sangrando un poco o mucho, depende de cuán profunda este. De la profundidad también va a depender la futura cicatriz o marca que nos hará recordar este hecho en el futuro. A veces la astilla queda después de una relación importante, que tal vez no molesta, pero se ve, se siente, y con el tiempo el propio cuerpo la va a expulsar del sistema.

Ahora les hablare de la clase clavo, el famoso clavo. No sé quien inventó o comentó la teoría del “clavo que saca otro clavo”, pero hay una cuestión de física y lógica de por medio. Otro clavo no lo va a sacar, sino que va a ser peor. Los invito a que hagan “la prueba” física, es cuestión de encontrar una madera, dos clavos y un martillo. La única forma de que un clavo saque a otro, es que el primero haya entrado casi superficialmente en la madera, pero si el primer clavo traspasó medianamente bien la madera, el nuevo clavo lo único que va a lograr es que el orificio (la herida en el caso amoroso) sea más grande y cuando por fin saquemos el viejo clavo (o este se caiga sólo, lo cual puede suceder, aunque es poco común). Dentro de esta “categoría” tenemos distintos tipos (clases) de clavos, los hay de diferentes tamaños y lo más importante es el tipo de madera que somos y la profundidad que logra alcanzar el primer clavo.

La clase flecha es esa que proviene de la mitología romana y de la griega (En la mitología romana es el Dios del deseo amoroso,  es hijo de Venus, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, y de Marte, el dios de la guerra. Su equivalente en la mitología griega es Eros.). Es la teoría de aquellos que creen en el “amor”, del flechazo a “primera vista” y que supuestamente debe ser correspondido con otra persona, sin distinguir sexo alguno (ya que ese sería el “trabajo” del famoso Cupido). Yo no creía, pero bueno, dicen que en “algo” hay que creer. Ese algo apareció en mi vida hace poco, hace unos meses, pero así como llegó se fue. Así como creí, ahora dejo de creer otra vez, ya que o fue un sueño o un espejismo (como esa visión de agua que vemos en una ruta, no importa cómo, cuándo, en qué vehículo, a qué velocidad o dónde lo hagamos, siempre está distante, lejos de nuestro alcance, pero a pesar de todo eso seguimos hacia adelante hasta que encontramos un destino mejor o se nos cae encima la noche y ese espejismo queda atrás, en el pasado y hasta puede traspasar las barreras del olvido).
En resumen, si es que Cupido existe, este es mitad “dios” y mitad humano, y como todo ser humano a veces se equivoca y le pifia a quien le correspondería darle el flechazo. En estos casos, en los que se equivoca, al principio todo parece maravilloso, pero luego cuando hay que sacar la flecha no correspondida, es muy doloroso y complicado. En el peor de los caso termina en una intervención quirúrgica.

Por último, voy a comentarles de algo que solo me imagino, eso que denomino como el enamoramiento clase estaca. En mi corta vida aún no lo experimente, pero me encanta pensar que los vampiros, los hombres lobo, las brujas y demás seres sobrenaturales existen y conviven día a día como si nada entre nosotros. Si los vampiros existieran el amor de esta clase sería ese que literalmente te mata, ese que se clava en lo más profundo, dolorosamente y justo en medio del corazón. Es el que va con nosotros al “más allá”, definitivamente creo que después de un amor así no se vuelve, pasamos a ser cenizas y polvo.
En la vida “real” una estaca sirve, por ejemplo, para mantener firme una carpa. Tomando a la carpa como si fuera una relación con otra persona, un amor verdadero, ese que es correspondido, un amor inmortal…

Hay quienes clasifican el amor solo en dos clases: el correspondido y el no correspondido. También hay quienes lo clasifiquen hasta en cientos de clases. Pero todo lo que acaban de leer es solo mi opinión al día de la fecha, solo el tiempo y el destino sabrán lo que me espera al final….



Escrito por Flavia A. Moar



1 comentario:

  1. Creo que clasificar las cosas solo sirve cuando se mira hacia atrás. En el durante, solamente vale vivir. En el mañana, no vale la pena detenerse a mirar, siempre y cuando estemos viviendo.
    Y no es necesario pensar en este tipo de cuestiones como algo que necesariamente clava y duele (con variaciones de profundidad y dolor), porque esas cosas surgen al final solamente, o al menos en el declive previo al final.
    Está bueno el post, a la larga todo mi comentario anterior termina siendo hipócrita cada vez que termina una relación.

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